A pesar de su educación tradicional, Yui Kimura participaba en carreras de motos en su ciudad natal, Hida, donde se ganó la reputación de ser capaz de hacer cosas imposibles con lo mínimo. Su padre se esforzó al máximo para apartarla de lo que él consideraba cosas para hombres, pero su abuela le pasaba en secreto los manuales de ingeniería y los apuntes sobre motores de coches y motos de su abuelo. Yui leyó los manuales de su abuelo y aprendió rápido. No solo era capaz de encargarse del mantenimiento de su moto, sino que además modificó el motor para poder competir con chicos mayores que ella en circuitos de motor. Con el "hachimaki de la suerte" de su abuelo colgado del cuello, corría contra los chicos de la ciudad que, incapaces de seguirle el ritmo, se organizaron entre sí para derrotarla. Pero de nada les sirvió. Yui los superaba en cada curva, y se convirtió en la sensación entre todos sus amigos. Cuando llegó el momento de inscribirse en la universidad, Yui se armó de valor y le confesó a su padre su ambición por convertirse en piloto de motos. Se pelearon y, cuando Yui se negó a recibir una educación adecuada, su padre lo consideró una deshonra y le dijo que ya no era bienvenida en casa. Con gran pesar, Yui se fue a Nagoya con la bendición y los ahorros de su abuela.
Nagoya no era lo que Yui esperaba. Solo encontraba trabajos pequeños de camarera o administrativa. Con los últimos ahorros de su abuela, se compró una moto y se apuntó a carreras callejeras ilegales, donde ganó más dinero del que había visto jamás. Los rumores sobre su valentía y sus enormes reflejos se propagaron como la pólvora. No tardó en tener un séquito no oficial de moteras con ropa del característico color rosa de Yui. Además de la banda, se dio cuenta de que alguien la acechaba entre las sombras. Cuando se enteró de que le habían robado el pañuelo de la suerte de su apartamento, lo puso en conocimiento de la policía, que se rio de ella y la mandó a casa diciendo que probablemente se tratase de un buen tío con el que quizás se acabaría casando en un futuro cercano.
Una noche, de vuelta en su apartamento, se encontró al merodeador rebuscando entre sus cosas. No la había visto, y no estaba segura de qué hacer, pero verlo rebuscar entre su ropa era más de lo que podía soportar. Le gritó que se marchara. El acechador, armado con un cuchillo, se abalanzó sobre ella. Esquivó el ataque, el asaltante golpeó la pared y se le cayó el arma. Sin dudarlo, Yui se lanzó contra él. Rodaron por el suelo intercambiando ataques a la desesperada. Yui recibió más golpes de los que le habían dado en las carreras de Shirakawa. En un arranque de adrenalina, consiguió dominar a su acosador, cogió el cuchillo del suelo y le pegó el filo al cuello.
Cuando la policía llegó a su apartamento, se lo llevaron y enviaron a Yui al hospital para que la examinaran. Las radiografías revelaron que se tenía varias fracturas en un brazo y un pie. Al poco tiempo, su banda apareció y la ayudó a pagar las facturas hospitalarias. La rehabilitación fue complicada, pero Yui nunca se rindió y, con el apoyo de su banda, volvió a estar lista para las carreras. Tras la primera carrera de Yui después del ataque, su banda le regaló un nuevo hachimaki rosa firmado y con mensajes de buena suerte escritos por todas partes. Yui prometió ayudar a otras mujeres con sus ganancias y su influencia. Fiel a su palabra, su banda pasó a llamarse "Sakura 7" y llevaban hachimakis rosas como símbolo de unidad y apoyo para las mujeres que necesitaban ayuda contra acosadores y abusadores.
Sakura 7 superó los 7 miembros iniciales y el rosa distintivo de Yui se convirtió en sinónimo de empoderamiento de la mujer. En las carreras callejeras, las mujeres hacían cola para apoyarla. Tras ganar siete carreras seguidas, atrajo la atención de un patrocinador. No solo se ganó un puesto en el Campeonato Mundial de Motociclismo de Japón, sino que fue la mujer más joven en competir y ganar en este prestigioso evento. Su patrocinio no tardó en triplicarse. Y lo mismo ocurrió con su banda. Pero todo se acabó repentinamente en las carreras callejeras ilegales TK3 (Tokyo Kick 3000). Yui iba en cabeza hasta que se adentró en una niebla antinatural que parecía haber surgido de la nada. Desconcertada y confundida, detuvo la moto y se bajó. No tardó mucho en darse cuenta de que ya no estaba en Tokio.