Felix Richter, hijo de Janos y Ursula Richter, nació en Coburg, Alemania, donde la familia tenía buenos contactos y estaba entre los médicos más respetados. Sus padres, miembros de una sociedad antigua, siempre estaban lejos de su mansión, impartiendo conferencias de medicina o prestando ayuda humanitaria por todo el mundo. Viajar hizo que el joven Felix descubriera nuevas culturas, lenguas y arquitecturas que no tenían ningún parecido con lo que había visto hasta entonces. No sabría decir cuándo exactamente le picó la curiosidad por la arquitectura, pero, cuando lo hizo, le picó a lo grande y supo que, a pesar de su legado familiar, algún día diseñaría edificios que inspirarían al mundo. A los 23 años, lo consideraban un prodigio de la arquitectura; había ganado la Medalla de Arquitectura Suiza y el Premio Nacional de Diseño de Alemania. A pesar de sus triunfos, Felix no podía evitar sentir que sus éxitos se debían más a la suerte y a los contactos que al talento y al esfuerzo.

Felix había sido un adolescente introvertido que prefería su imaginación a la compañía de otras personas. No tenía muchos amigos, así que, cuando no estaba de viaje con su familia, se encerraba en la biblioteca de su padre para devorar libros poco comunes y a estudiar historia o arquitectura. Su padre tenía la esperanza de que el joven Felix aprendiera a relacionarse con los demás, así que contrató a todos los especialistas posibles para que lo ayudaran a mejorar sus habilidades sociales. Al ver que sus esfuerzos caían en saco roto, tiró la toalla y se imaginó que su hijo ya aprendería cuando llegara el momento oportuno. Desde entonces, acompañó al joven en la biblioteca, donde lo ayudaba a construir complejos modelos de edificios de madera mientras le contaba historias descabelladas sobre su club secreto, que se enfrentó a una fuerza oscura y siniestra. Felix estaba seguro de que se inventaba esas historias para que su grupo, "Imperiatti", pareciera mejor de lo que era.

A veces, Felix se preguntaba si su sensibilidad por el diseño procedía de sus viajes de verano a Dyer Island, una isla privada que albergaba algunos de los diseños y casas más lujosos del mundo. Todos los veranos, Felix acompañaba a sus padres a la isla, donde los miembros de Imperiatti animaban a sus hijos a hacer nuevos contactos y a forjar relaciones para toda la vida. Felix no se llevaba muy bien con los demás adolescentes, pero hizo cuatro amigos que, al igual que él, no encajaban demasiado bien en el molde de la "alta sociedad". Los demás chicos de su edad solían humillarlos y comenzaron a llamarlos "Los parias" de forma despectiva. El nombre les gustó y lo adoptaron encantados. En lugar de practicar técnicas de oratoria y de entablar debates interminables, Los parias preferían explorar las ruinas y los misterios de la isla. Pero una de sus aventuras terminó mal.

Mientras exploraban un campo de reclusión abandonado, descendieron hasta lo que parecía ser un laboratorio subterráneo en el que descubrieron unos viejos diarios encuadernados en cuero. En ellos, se describían los experimentos inhumanos que la empresa British East India había llevado a cabo sobre prisioneros de la Primera Guerra del Opio. Consiguieron forzar una puerta cerrada, tras la cual encontraron una sala repleta de esqueletos humanos y frascos polvorientos que contenían un suero desconocido. Antes de que pudieran examinarlo, el suelo comenzó a temblar bajo sus pies y oyeron un sonido sibilante. De repente, se formó una niebla extraña y unas garras gigantes parecieron brotar del suelo al tiempo que la imaginación oscura se mezclaba con la realidad para aterrorizarlos. Antes de llegar a entender lo que estaba pasando, el padre de Felix llegó junto con varios padres más para rescatarlos, empuñando herramientas y objetos extraños con los que protegerlos. Felix observó la escena con incredulidad. No sabía si estaba soñando o viviendo una de las ridículas historias sobrenaturales de su padre. Para cuando finalmente comprendió que no se trataba de ningún sueño, ya se había acabado todo. Los parias estaban a salvo, pero sus padres habían desaparecido misteriosamente.

Tras la conmoción de la desaparición de su padre, Felix buscó una teoría que pudiera ayudarlo a comprender el fenómeno que había experimentado en la isla. Intercambió notas con Los parias y con otra gente que había conocido por Internet que también había perdido a sus seres queridos de una forma parecida. La tragedia propició que se estableciera una fuerte relación entre Los parias, y durante años cooperaron para desvelar el misterio de lo que les había pasado a sus progenitores. Pero nada tenía sentido, y todas las pistas que encontraban acababan en callejones sin salida. Con el tiempo, fueron dejando de esforzarse tanto, y los cinco amigos se acabaron separando y tomando caminos distintos, con la esperanza de olvidar la oscuridad indescriptible que les había arrebatado a sus padres.

Con el paso de los años, Felix demostró ser un arquitecto excepcional, aunque no le inspiraba demasiado trabajar para otras personas. Se dio cuenta de que su padre tenía razón: su falta de habilidades sociales le impedía sacar lo mejor de sí. Con esfuerzo y dedicación, mejoró sus aptitudes comunicativas y aprendió a hacer contactos, o a "fingir", como a él le gustaba llamarlo. Creó una fachada perfecta para gustar más y ser más popular de cara a clientes potenciales. Tras trabajar para varios despachos de arquitectura, montó el suyo propio con su compañera Lauren Golder. Ambos compartían una visión similar y despreciaban la predictibilidad de las construcciones modernistas en favor de materiales, formas y estructuras menos tradicionales.

Los recursos atrevidos y poco convencionales que Felix empleaba causaron furor en el mundillo arquitectónico. Pese a que le llovían los elogios, no podía evitar sentir que era un farsante, como un actor que se hubiera aprendido un papel en lugar de un verdadero arquitecto que había inspirado al mundo con sus diseños impecables. Comenzó a ahogar las ansiedades en alcohol y en fiestas interminables, deseando que su padre siguiera junto a él para que lo guiase con sus consejos y sabiduría.

Con el tiempo, la novia de Felix le dijo que iban a tener un hijo. La noticia lo dejó perplejo, pero deseaba inspirar a su futuro hijo tanto como su padre lo había inspirado a él, así que se propuso reencauzar su vida. Lo que necesitaba era un proyecto que le supusiera un desafío y que consolidara su valía como arquitecto. El destino quiso brindarle la ocasión perfecta cuando unos viejos amigos de su padre contrataron a "Richter y Golder" para construir algo nuevo y poco convencional en Dyer Island. El reto le resultaba tan aterrador como emocionante.

En menos de seis meses, el proyecto de restauración de Dyer se puso en marcha y, mientras Felix supervisaba la isla, de repente oyó una voz familiar que lo llamaba desde más allá de los ruinosos edificios victorianos que tantas historias oscuras y olvidadas ocultaban. A través de una niebla de lo más extraña, vio como una figura tomaba forma lentamente. Abrió los ojos de par en par y se quedó boquiabierto, pero no pronunció ni una sola palabra. ¿Podía ser ¿Era posible? No..., no podía ser... Era... imposible... Y aun así...

Cuando asimiló lo que estaba viendo, Felix retrocedió al corroborar que era su padre quien estaba saliendo de la niebla. Se le aflojaron las piernas, y parecía que los latidos del corazón le iban a taladrar los oídos. Era él. Era él de verdad. Su futuro hijo conocería a su abuelo, y él por fin podría mostrarle todo lo que había conseguido desde su desaparición. Se miraron el uno al otro durante lo que pareció una eternidad. Luego, su padre le lanzó una mirada de decepción, le dio la espalda y empezó a alejarse. Con el corazón desbocado, Felix empezó a perseguirlo y jamás se volvió a saber de él.