Mikaela Reid tenía dieciséis años cuando su padre falleció. Echaba de menos las lecciones de navegación al amanecer, su receta de tacos (aunque siempre le quedaran sosos) y su cálida y contagiosa risa. Se sentía como si estuviera remando en un enorme océano bajo una tormenta, donde cada ola la hundía más y más. A la deriva en aquella insoportable oscuridad, estuvo a punto de dejarse arrastrar, pero la perseverancia, el amor y el apoyo necesarios la ayudaron a llegar a la orilla.
Con el apoyo de sus amigos, Mikaela dejó atrás el pasado y empezó a ver la vida con otra luz. Tenía ganas de probar cosas nuevas y encontró una vía de escape perfecta: contar historias. A sus amigos les encantaba escuchar aquellas peligrosas aventuras de supervivencia extrema que narraba. Cada vez leía más historias de terror y se deleitaba con la intensa sensación de huida que le proporcionaban. El otoño se convirtió en su estación preferida, ya que todos los años organizaba elaboradísimas fiestas de Halloween. Invitaba a sus amigos y se pasaban la noche escuchando sus historias de terror, jugando a juegos de miedo y disfrutando de la comida que les preparaba.
Con el paso de los años, empezó a mostrar interés la brujería y realizaba bendiciones leves, formulaba hechizos botánicos y practicaba la quiromancia. Cultivaba salvia, artemisa y lavanda para preparar productos artesanales, como jabones, mantecas corporales y cremas para la piel. Confiaba en poder ganarse la vida con aquellas cosas que hacía para su familia y amigos.
Mientras tanto, trabajaba como camarera en el Moonstone, una excéntrica cafetería en la parte más "cool" de la ciudad. Los viernes por la noche organizaba una noche de micrófonos abiertos en ese mismo local, donde representaba las historias delante de sus clientes. Julian, su mejor amigo y compañero de piso, grabó algunas actuaciones y las publicó en internet. Sin que ella lo supiera, envió una de sus actuaciones al festival Halloween Eterno, donde los mejores cuentacuentos actuaban en un escenario el mismo día de Halloween.
Mikaela se llevó toda una sorpresa cuando recibió un correo del festival invitándola a actuar en la final. Si ganaba el primer premio, podría empezar a vender su propia gama de productos. Estaba tan entusiasmada que quemó un palito de incienso en todos los cuartos para eliminar cualquier energía negativa, y después empezó a confeccionar su historia de terror.
Mikaela se pasó toda la noche en vela, llenando los cuadernos de principios descartados. Tenía una historia en la cabeza, pero desenterrarla precisaba de paciencia y destreza. Las pesadillas comenzaron la noche posterior. Durante una semana, se despertaba a mitad de la noche como si se estuviera ahogando. El sueño siempre era el mismo: la arrastraban por unas frías escaleras y la metían en un sótano oscuro. Después, le clavaban un afilado de gancho de hierro en el pecho que hacía que le ardieran los pulmones. Una siniestra silueta tiraba de aquel gancho y la levantaba del suelo lentamente hasta que el dolor la despertaba. Cuanto más pulía aquella historia de Halloween, más terroríficas se volvían sus pesadillas.
Conforme pasaban los días, el cansancio, los nervios y el estrés terminaron por pasarle factura. Solía estar distraída y los cafés que preparaba en el Moonstone no estaban bien hechos o se los llevaba al cliente equivocado. Ya no bendecía los granos de café por la mañana ni trataba de leer los posos. Apenas tenía energías y sentía que había perdido sus poderes.
Una noche que se despertó gritando, decidió que aquella era la gota que colmaba el vaso. Le pidió a Julian que la observara mientras dormía y que grabase cualquier cosa extraña que ocurriera. Su amigo aceptó y comenzó a grabar mientras Mikaela estaba acostada en la cama.
A los pocos minutos, los dedos de su mano empezaron a retorcerse y después sucedió lo mismo con los de los pies. Le costaba respirar. Entonces Julian observó aterrorizado cómo su cuerpo empezó a levitar lentamente sobre la cama. El joven la sacudió de los hombros para despertarla, pero se detuvo en cuanto Mikaela empezó a gritar. Julian cogió el teléfono para llamar a una ambulancia, pero un estruendo lo distrajo. Al bajar la vista hacia el vestíbulo, vio un enorme colmillo de araña atravesando la puerta del baño.
Aquel ruido hizo que Mikaela se despertara a tiempo para ver el colmillo negro que estaba destrozándole el baño, y salió de la cama de un salto. Cerró la puerta del dormitorio y pidió a Julian que la ayudara a atrincherarse en el cuarto. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, se fue la luz. El cuarto quedó sumido en la más absoluta oscuridad.
Un segundo después, volvió la luz, seguida de un siniestro silencio. Mikaela y Julian salieron temerosamente del dormitorio. La puerta del baño estaba intacta y no había rastro de nada anormal, pero Julian había grabado todos los sonidos.
No pegaron ojo en toda la noche. Cuando regresó al apartamento después del trabajo, Julian no estaba en casa. Mikaela quería que eliminase la grabación de lo que había ocurrido, pero ya él lo había publicado en internet. Supuso que Julian estaría en clase y salió de casa. El ruido que hizo al cerrar la puerta ocultó un grito ahogado proveniente del baño.
Cuando se dirigía al coche, miró por encima del hombro. Se sentía observada... Mikaela susurró un hechizo de protección y se aferró a las llaves. De repente, una sombra surgió de la pared y ella salió corriendo. Llegó al coche, se metió dentro y bloqueó las puertas. Sin apenas respirar, se atrevió a mirar por las ventanillas, pero no vio a nadie. Quizá los nervios le estaban jugando una mala pasada, así que decidió arrancar el motor y salir de allí.
Al día siguiente, Julian seguía sin aparecer, aunque Mikaela había contactado con todas las personas que conocía. Se pasó el día entero buscándolo y estuvo en vela toda la noche. Nerviosa y angustiada, no acudió a su trabajo en el Moonstone; la celebración de Halloween tendría lugar aquella misma noche, igual que el festival. Fue Julian quien la había metido en el concurso y siempre había sido un gran apoyo cuando dudaba de sus posibilidades, así que tal vez estaría allí. Sin embargo, entre las pesadillas y la desaparición de Julian, no había tenido tiempo de preparar una historia para el concurso. Se quedó mirando el cuaderno, plagado de comienzos falsos. Tenía dos opciones: o quedarse en casa, asustada y sin poder dormir, o terminar aquello que había empezado Julian. Había un motivo por el que adoraba contar historias de terror: le hacían sentirse lo suficientemente valiente como para enfrentarse a cualquier desafío.
Aquella noche, cuando el presentador llamó a Mikaela durante el festival Halloween Eterno, ella subió el escenario con decisión. Se había disfrazado para la ocasión: llevaba puesto un vestido negro y un sombrero de bruja. Confiaba en ver a Julian entre el público, pero no lo encontró entre los asistentes, y mirar fijamente a la gente resultó ser un error. Ante ella tenía un montón de rostros expectantes que observaban todos sus movimientos. Parecía que se le iba a salir el corazón del pecho y le temblaban las manos.
Cogió el micrófono y carraspeó. A modo de respuesta, solo hubo un incómodo silencio y una tos distante. Recordó que aquella noche era la víspera del Día de los Difuntos, cuando el velo entre este mundo y el del más allá era más imperceptible. En su corazón tenía una historia que era importante para ella. Si la contaba bien, tal vez Julian la escuchara.
Mikaela respiró hondo. El húmedo viento del otoño trajo a su alrededor hojas de tonalidad áurea. Inhaló el agrio aroma de la hierba mojada, y sintió en su boca el regusto del café que se había tomado. A lo lejos, se escuchaba el graznido de los cuervos en un viejo roble. Mikaela cerró los ojos. La oscuridad carmesí de sus párpados se ennegreció y se le ralentizó el pulso. Soltó aire, que se transformó en una nube neblinosa debido al frío. Por primera vez desde hacía semanas, se sentía despierta y con energías renovadas, preparada para contar la historia de una vida.
Habló al micrófono con una voz inquietante. Contó la historia de unos vientos ondulados en una fría noche otoñal. La historia de un amigo fiel que desapareció antes del amanecer. La historia de las víctimas olvidadas, ocultas bajo las alas de la oscuridad. La historia de las tumbas palpitantes, donde se albergaban secretos espantosos. La historia de una noche eterna a la sombra de la muerte.
Mikaela señaló el cielo nocturno y proclamó que ningún tipo de oscuridad estaba por encima de la luz. Incluso en aquella noche sin lugar, el cielo brillaba con estrellas muertas hace ya tiempo.
Para sorpresa de los allí presentes, una niebla negra la envolvió...
... Y nadie volvió a ver jamás a Mikaela Reid.