Haddie pasó sus primeros años de vida en un hogar lleno de amor y felicidad. Su madre, Basant Kaur, era una profesora que había terminado en la otra punta del planeta para dar clases de Ciencia Agrícola en una universidad de Trois-Rivières, Quebec. Rajan Singh, su padre, tenía un boyante negocio de cáterin en aquella pequeña ciudad quebequense. Su casa siempre olía a comino, chile, masala, cardamomo y a pan naan recién sacado de un horno tandori. Los primeros recuerdos de su vida están llenos de historias de la India. Cuando cumplió diez años, sus padres le prometieron que irían a Punyab después de Año Nuevo.
En Navidad, sus padres asistieron a una fiesta con sus mejores amigos, Marise y François Rois. Cuando Haddie llamó a sus padres para decirles que se encontraba mal, se marcharon a toda prisa para cuidarla. Las serpenteantes carreteras rurales de Quebec y la nieve hicieron que Rajan perdiera el control y estrellara el coche en un bosque helado. Pasaron dos días antes de que encontraran los cuerpos atrapados en el interior del vehículo. Cuando la fiebre de Haddie empezó a bajar, la policía vino a casa para decirle que sus padres no habían sufrido. Haddie tenía edad de sobra para saber que estaban tratando de ser considerados. A la mañana siguiente, se despertó con canas en el pelo y una duda que la perseguiría hasta el resto de sus días.
Los Rois adoptaron a Haddie e hicieron todo lo posible por llenar el vacío que había dejado la muerte de sus padres. A pesar de aquel espantoso suceso, Haddie volvía a vivir rodeada de amor: el amor que sus padres adoptivos sentían por su hijo Jordan, y también el amor que los tres sentían por ella. Aun así, parecía que el trauma de perder a sus padres desató algo en su interior. Comenzó a ver cosas que nadie más podía ver: eran cosas horribles, inexplicables, contra natura... Las visiones la atormentaban cuando estaba en clase, en casa, en la cama... Los gritos que daba sin previo aviso hicieron que se ganara el apodo de "Haddie la Infernal", y eso solo sirvió para que se sintiera más triste y aislada del mundo. Aunque Haddie había sido una niña sociable y alegre, ahora vivía apartada de todo.
Con el paso del tiempo, Haddie se percató de que aquellas visiones solo se activaban en ciertas zonas: en zonas de oscuridad. Era como si hubiese lugares en el planeta donde otra dimensión se filtrara hacia la nuestra. Jordan definió a estas zonas como "interferencias", y parecían proporcionarle a Haddie la entrada a un mundo siniestro y tenebroso, como salido de una historia de terror cósmico. Cuando Haddie se graduó en el instituto, sintió la imperiosa necesidad de descubrir quiénes eran sus padres. Quiso reunir dinero para un viaje a la India y su hermano Jordan le sugirió que utilizara sus poderes para explorar y documentar todos los lugares "embrujados" de Quebec, empezando por un psiquiátrico supuestamente encantado: El Institut Doréa. Allí, Haddie vio y escuchó los recuerdos residuales de pacientes y médicos, pero también mucho más.
Mientras grababa sus impresiones en el instituto, se le ocurrió llamar a esta dimensión "la Devastación": no solo la asaltaba con recuerdos de varias épocas y lugares, sino que también tenía la impresión de que se alimentaba de energía psíquica. Sentía que la Devastación era un mosaico viviente del sufrimiento humano que iba dañando y devorando el mundo poco a poco. Llegó a la conclusión de que tendrían que investigar más para corroborar su hipótesis.
Jordan le mostró las grabaciones y los metrajes a su tío Stefan, y este les ayudó a convertir ese material en una serie web. Días después de haber subido el primer episodio, "Devastadores del abismo" se había hecho viral. Los amantes de los sucesos de la crónica negra y de los fenómenos paranormales, así como los escépticos, no dejaban de comentar, proponiendo sus propias teorías de lo que Haddie experimentaba. Stefan se encargó de la producción y no pasó mucho tiempo hasta que pudo entregarle a Haddie su primer cheque como podcaster profesional.
Ahora que tenían dinero, Haddie podría investigar los lugares más malditos del mundo en busca de respuestas sobre qué era la Devastación. Sus pesquisas la llevaron a una remota isla donde todo un pueblo había desaparecido misteriosamente, dejando atrás montones de viviendas vacías. Jamás había sentido con tanta intensidad la influencia de la Devastación como en este lugar. Palpitaba con sufrimiento, crueldad y una oscuridad reprimida.
Haddie absorbió las emociones de aquel pueblo fantasma y cerró los ojos. Después de calmarse y de acallar su mente, empezó a escuchar unos gritos guturales, además de gritos y quejidos. Cuando volvió a abrir los ojos, vio los recuerdos residuales anaranjados y centelleantes donde venía a personas masacrándose unas a otras entre el lodo y la lluvia. A continuación, todo desapareció y una versión mucho más adulta de su hermanastro la observaba desde una de las casas. Haddie corrió hacia él hasta que se dio cuenta de que la Devastación estaba manipulando sus emociones para que viera cosas que no eran reales.
Aquello hizo que Haddie estuviera a punto de renunciar al proyecto, pero tuvo que recordar que ahora era la responsable de una empresa de la que dependía toda su familia. Su tío Stefan siguió buscando varios sitios que podían visitar. Tras un viaje algo más personal por la India como mochilera, Haddie siguió sometiéndose a los espantos de la Devastación.
Entonces, mientras investigaba un búnker maldito de la Segunda Guerra Mundial en los Alpes, Haddie escuchó un hilo de voz. Era alguien pidiendo ayuda en punyabí. La nieve se arremolinaba en el búnker cuando, de repente, se abrió un túnel que conducía a un bosque nevado. A lo lejos, se escuchaba un claxon... Vio el brillo de unas luces rojas atravesando la nieve y sintió que el corazón le dejaba de latir: salió corriendo hacia un coche azul atrapado entre dos abetos enormes. A través del limpiaparabrisas destrozado vio los cuerpos de sus padres en unos charcos de sangre congelada.
Haddie se fijó en unas pequeñas nubes de vaho que salían de aquellos labios azules y temblorosos. Sin pensárselo dos veces, corrió hacia el coche e hizo todo lo posible por abrirse paso, pero fue en vano. Mientras lloraba y gritaba, disculpándose por haber estado enferma y diciéndoles que el accidente era culpa suya, sus padres abrieron los ojos al mismo tiempo y respondieron a la pregunta que la había atormentado toda la vida:
"Sí... Beti... Sí que sufrimos mucho".
Haddie emitió un grito espantoso y cayó sobre la nieve. La nieve se agolpaba a su alrededor, sumergiéndola en un mundo de oscuridad eterna.