Vittorio Toscano nació en 1343. Era el más joven de los tres hijos que tuvieron Alberto y Caterina Toscano, así que era el último que podía heredar las tierras de la familia. Cuando cumplió quince años, su padre le envió con Ettore Fabrizio, el mismo caballero que había entrenado a sus hermanos en las artes militares. Aun así, la visión que Vittorio tenía del combate no se parecía en nada a la de sus hermanos. Era un estudiante de filosofía que creía que la violencia física era el último recurso de los incompetentes.

Fabrizio detestaba el pacifismo de Vittorio, así que ordenó a uno de sus pajes que lo atacara. Vittorio esquivó y bloqueó todos los golpes, negándose a contraatacar. Cuando su rival, enfurecido, se abalanzó hacia él, Vittorio logró desviar el ataque y el paje tropezó, aterrizando sobre su propia daga. No tardó ni un minuto en desangrarse. Vittorio tiró la espada y juró que jamás blandiría una.

Como Vittorio había demostrado dotes para el estudio, su padre, frustrado, lo envió con su tío Renzo. Además de ser el duque de Portoscuro, Renzo era un erudito y coleccionista de artefactos inusuales.

Bajo la tutela de Renzo, Vittorio se centró en el estudio de la historia clásica y civilizaciones perdidas en el tiempo. Investigó tomos olvidados y se convirtió en un experto en la filosofía y sabiduría de sociedades secretas antiguas, además de los guardianes del conocimiento, unas figuras envueltas en misterio que estaban presentes en casi todos los siglos y culturas. La forma en la que se los nombraba variaba mucho en función de la época y la región. Además se decía que provenían de otra dimensión: de un mundo perfecto. Recopiló toda la información posible sobre Vigilantes, Guías, Maestros, Observadores...

La investigación de Vittorio le sirvió para averiguar que estos guardianes eran los protectores de un conocimiento muy antiguo y avanzado que ayudaría a la humanidad a pasar a un plano de la realidad superior. Incluso había formulado una teoría: según él, los Observadores estaban esperando a que la humanidad obtuviese el conocimiento suficiente antes de revelar algo que podría provocar su autodestrucción. Poco a poco, estos Observadores encontraron formas de inspirar a la humanidad con un conocimiento que estimulase su desarrollo, comprensión y sabiduría colectiva.

Vittorio adoptó la visión de su tío Renzo: ambos pensaban que la codicia y la sed de poder eran el origen de todos los conflictos. Confiaba en que el conocimiento perdido de estos protectores trajera paz, orden y armonía a un mundo tan violento.

Vittorio le pidió a su tío que organizase una expedición para encontrar reliquias y artefactos en las ruinas de la antigüedad. En Hungría, descubrieron un dodecaedro de bronce que se remontaba la antigua Roma. En Anatolia, encontraron un túnel oculto debajo del Obelisco de Teodosio, donde hallaron unas tablas de piedra talladas en escritura cuneiforme.

Hablaban de un artefacto misterioso que se había dividido en tres partes, diseminadas en el mundo.

Una pista los llevó a las ruinas de Troya, donde una cámara secreta reveló un tesoro enorme repleto de antigüedades. El más valioso de todos era una parte de aquel misterioso artefacto... Otra pista los llevó a la isla de Rodas, donde una cueva oculta albergaba la segunda parte de la reliquia. En Delfos, bajo el Templo de Apolo, Vittorio descubrió la tercera pieza. Estaba sobre un altar de mármol negro donde se había tallado un mapa de Creta y una estrella sobre el Palacio de Minos.

Dentro del laberinto que hay debajo de las ruinas del palacio, Vittorio halló un lugar donde colocar la llave que se formaba al juntar las tres reliquias. De repente, una maquinaria muy antigua se activó y se abrió un muro de piedra que descubrió una cámara oculta.

Al entrar, Renzo y Vittorio encontraron una pared de mármol blanca con unas inscripciones en lo que parecía ser una variante del sánscrito. El mensaje advertía de una secta que buscaba corromper a los humanos con un conocimiento para el que no estaban preparados. Habían atrapado a los Observadores y los habían encarcelado. Pero, antes de que eso ocurriera, los Observadores habían escondido en varios rincones del mundo unos artefactos que poseían un conocimiento secreto sobre esta fuerza oscura y cómo impedir que destruyera el planeta.

El mensaje de la pared también mencionaba una piedra de una escuela muy antigua que albergaba los secretos de los viajes entre diferentes planos de la existencia. Vittorio pensaba que la piedra sería la clave para encontrar a los Observadores en ese mundo perfecto y decidió bautizarla "Lapis paradisus".

Cuando salieron del lugar, Renzo pisó una serpiente negra y esta reaccionó clavándole los colmillos en la pierna, antes de desaparecer a toda velocidad. El veneno se propagó por su cuerpo rápidamente y Renzo murió en cuestión de minutos. Como único heredero de su tío, Vittorio heredó su hacienda, su biblioteca, su título y su enorme fortuna. Decidido a honrar a su tío y ayudar a la humanidad a superar su debilidad, codicia y crueldad, sabía que tenía que encontrar la Lapis paradisus y liberar a los Observadores..., si es que seguían con vida.

En 1391, Vittorio organizó una expedición y contrató a un caballero mercenario para que lo ayudase y protegiera. Tarhos Kovács había pertenecido a la Compañía de Armas y no temía a ningún hombre o bestia. Las exploraciones y hallazgos de Vittorio les condujeron a unas recónditas catacumbas ubicadas bajo la ciudad portuguesa de Sintra. Si la expedición quería entrar ahí, tendrían que matar a quienes protegían el lugar. Vittorio no tenía intención de derramar sangre y le ordenó a Tarhos que buscase otro modo.

Tarhos desafió a Vittorio y lo hizo prisionero el mismo día.

Cuando regresaron a Italia, Tarhos encerró a Vittorio en una mazmorra y comenzó a torturarlo. Prometió parar cuando le revelase el significado que tenía la piedra.

Pasaban las semanas y Tarhos se cansó de torturar a los habitantes del pueblo. Mientras tanto, Vittorio se pudría en una mazmorra donde su única compañía eran las ratas. En aquella soledad, grabó los símbolos de la Lapis paradisus en el suelo de piedra. Probó varias secuencias mientras fantaseaba con la idea de vivir en el paraíso. Justo cuando parecía que el hambre y la locura se iban a apoderar de él, probó una última secuencia mientras imaginaba un mundo de infinita paz y compasión.

Al final, pensó que había fracasado. Soltó una bocanada de aire con las pocas fuerzas que le quedaban mientras las ratas se acercaban a él, dispuestas a devorar su carne macilenta. De repente, una niebla negra fría y sobrenatural brotó del suelo de piedra. En cuestión de segundos, escuchó gritos de angustia y cuervos volando sobre su cabeza. Se incorporó pesadamente y descubrió que estaba en otro mundo...

Pero no era el paraíso que había imaginado.