Si le pudieras preguntar, Thalita Lyra te diría que su principal objetivo en la vida era unir a las personas. Le encantaba ver cómo la gente compartía sus pasiones y establecían conexiones significativas. Su padre siempre llenaba todos los clubs con la última banda de forró que había formado, y su madre enseñaba Botafogo, Lapa e Ipanema a turistas de todo el mundo.
De adolescente, Thalita halló su comunidad en las cometas de combate. Su tío Inacio les enseñó a Thalita y a Renato, su hermano pequeño, a solventar sus riñas fabricando cometas y haciéndolas volar entre sí hasta que se cortaba la cuerda de una cometa y uno de los hermanos se proclamaba vencedor. Thalita y Renato se pasaban los veranos en la tienda de cometas de la playa de Inacio. Trabajan por la mañana y luchaban con sus cometas por las tardes. No tardaron en llamar la atención de niños y adultos. Pronto, Thalita empezó a dar clases de combate de cometas en la tienda. Thalita deseaba conectar con mucha más gente, así que tuvo la idea de grabar estos combates y publicarlos en internet. Le dijo a su tío que era una forma de promocionar el negocio gratis.
Sin embargo, Thalita no se imaginaba que aquellos vídeos la harían famosa. Los vídeos en los que salía ella haciendo comentarios tenían mucho más éxito, y la gente admiraba su talento con las cometas, además de su carisma. Un día, estos vídeos captaron la atención de un agente de modelos. En un abrir y cerrar de ojos, Thalita tenía organizadas sesiones fotográficas publicitarias, además de apariciones en varios anuncios. Le encantaba el trabajo y sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que entrase en el mundo de la interpretación. Se convertiría en toda una estrella, como las actrices de las telenovelas que veía de pequeña. Su comunidad abarcaría todo Brasil e incluso puede que parte del mundo.
Por desgracia, no fue así.
Poco a poco, su trabajo de modelo alejó a Thalita de la tienda de cometas. Primero, tuvo que dejar a un lado los combates para que se le curasen los cortes en las manos. Después, debía pasarse los días creando una red de contactos y organizando con tiempo sus obligaciones. Cuando Thalita se graduó en el instituto, su agente quería que trabajase más y más, y eso implicaba pasar menos tiempo aún en la tienda de cometas. Se repetía a sí misma que todo el esfuerzo y entrega merecían la pena.
Los años pasaron muy rápido. Thalita estaba agotada y harta de las miradas incómodas de los desconocidos. La fama no resultó ser tan glamurosa como había imaginado. Las noches que pasaba hablando con Renato le ayudaron a darse cuenta de que había dejado a un lado las conexiones genuinas que buscaba crear con gente como ella. Así era cómo su padre y su madre atraían a los demás, y el combate de cometas era lo que conectaba a Thalita con otras personas.
Meses después, Thalita dejó su carrera de modelo, utilizó el dinero para abrir su propia tienda (con la bendición de Inacio, naturalmente) y le pidió a Renato que fuese su socio. Fun Kites Rio se convirtió en el destino número uno de materiales para combates de cometas, y la fama de Thalita logró atraer a más gente a este mundo.
Los inicios fueron muy buenos, aunque Thalita siempre quería conectar con más personas...
El primer torneo de Fun Kites Rio fue todo un éxito que contó con cientos de participantes a las afueras de Río de Janeiro, deseosos de ver decenas de cometas bailando en el cielo. Aunque Thalita pasaba mucho tiempo relacionándose con sus amistades nuevas y de toda la vida, ayudando en los puestos e incluso participando alguna que otra vez, y siempre encontraba un momento a solas para llorar de felicidad...
Lo había conseguido: esta era exactamente la comunidad que quería crear.
Cuando el sol se puso y el torneo finalizó, el campo quedó cubierto de basura, así que Thalita y Renato se quedaron para limpiarlo todo. La luna llena adornaba el cielo cuando Renato se percató de algo: había un dron muy extraño sobrevolando el campo.
La faceta más traviesa de Thalita salió a la superficie y, al igual que hacían cuando eran pequeños, retó a Renato a derribar el dron. Obviamente, su hermano aceptó.
Al final, la cometa de Thalita fue la que logró enredarse en las palas del dron. Empezó a celebrarlo mientras Renato veía como aquel cacharro caía en el bosque, dejando tras de sí un rastro de humo.
Sin embargo, a Thalita no le interesaba buscar el dron derribado ni le importaba dejar allí su cometa. Renato se adentró solo en el bosque, pero Thalita no podía permitir que su hermano merodease a solas por aquel lugar oscuro.
En la profundidad del bosque, Renato encontró algo más que el dron. Thalita escuchó un grito y vio a un hombre ensangrentado salir del bosque. Se agarró desesperadamente a su hermano, pero ya era tarde. Thalita estuvo a punto de gritar cuando el cuerpo del hombre se partió en dos y una mujer apareció de repente, vestida con un moderno equipamiento de caza.
¿Por qué no se movía Renato
Agarró a su hermano y salió corriendo. Un dron idéntico al que había derribado con su cometa empezó a sobrevolarlos. Eran los ojos de la cazadora, y ella había destruido uno...
Renato sufría una conmoción y Thalita se fijó en que el brazo de su hermano tenía un corte profundo. ¿Cuándo había pasado? Pero eso no importaba. Estaba sangrando y tenían que llegar a un lugar seguro. En ese momento, vio la fábrica. Era un edificio de ladrillo en ruinas, abandonado por el paso del tiempo.
Thalita guio a Renato a la fábrica y encontró un lugar oscuro en el que esconderse. La cazadora los siguió y colocó unas vigas de madera en la entrada. Había bloqueado la única salida posible y Thalita sabía que se les acababa el tiempo. Si la cazadora no les encontraba, su dron lo haría.
Thalita asomó la cabeza para echar un vistazo. La fábrica estaba cambiando, y las paredes oscuras y sucias se habían convertido en un paisaje luminoso y soleado.
Era una playa...
Había hallado su determinación: una salida, una oportunidad de sobrevivir. Lo único que tenía que hacer era correr.
Thalita rodeó con el brazo a Renato para ayudarle a incorporarse. Le pareció escuchar a su hermano decirle que no lo hiciera, pero decidió ignorarlo. Esta era su oportunidad. Corrieron por la playa, dejando atrás a la cazadora y levantando la arena caliente con cada paso.
Thalita no dejó de correr, ni siquiera cuando la arena se convirtió en una niebla negra que se agitaba.