De pequeño, Renato se comportaba más como un científico que como un niño pequeño. Disfrutaba estudiando el mundo y a las personas que lo rodeaban. Les daba un toquecito en la cara a sus compañeros de clase o se acercaba mucho a ellos para ver cómo reaccionaban.
Como era de esperar, a Renato le costaba hacer amigos y era el blanco de los abusones. Sobre todo, cuando sus progresos escolares se hicieron más evidentes. Iba a clase con niños un par de años mayores que él y los aventajaba, lo que no le convertía en alguien especialmente popular entre sus compañeros.
A Renato le encantaban dos cosas: resolver puzles e incordiar a su hermana mayor, Thalita. Era su forma de demostrarle lo mucho que la quería. Le fascinaba la forma en la que Thalita conquistaba con su carisma a niños y adultos, y quería ser como ella. Por eso, cuando Thalita empezó a interesarse por las cometas, él siguió sus pasos.
Sus padres sabían que a Renato le costaba relacionarse. Cuando cumplió trece años, lo llevaron a trabajar en verano en la tienda de cometas que su tío Inacio tenía en la playa. Thalita estaba haciendo amigos allí y puede que él tuviera la misma suerte. En lugar de eso, Thalita se pasaba el día diciéndole a Renato lo que tenía que hacer, y eso le resultaba insoportable. Las peleas llegaron a tal punto que el tío Inacio les enseñó a utilizar los combates de cometas para resolver sus diferencias.
A Renato le fascinó.
Le gustaban tanto estos combates que ni siquiera le importaba perder. Como Inacio había predicho, empezaron a discutir menos y a jugar más.
Ojalá Renato hubiera tenido esa suerte con otras personas... Thalita le decía que no fuese tan competitivo con otros niños que estaban aprendiendo a luchar con sus cometas, pero Renato no le hacía caso. No soportaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Cuando Thalita empezó a pasar menos tiempo en la tienda para centrarse en su carrera de modelo, Renato tuvo que convertirse en instructor. Lo que más escuchaba era a la gente diciendo que echaban mucho de menos a su hermana...
Renato se graduó en el instituto dos años antes de lo habitual y sus padres le sugirieron que pasara algo de tiempo trabajando como voluntario. Ya habría tiempo para ir a la universidad o centrarse en su carrera profesional. Sin embargo, Renato solo quería que lo dejaran en paz y que lo tratasen como a un adulto. Thalita sugirió que Renato tuviese un lugar donde tocar la guitarra. Le prometió que, si empezaba a practicar con este instrumento y a relacionarse algo más, su familia dejaría de decirle qué hacer constantemente.
Eso fue música para sus oídos.
Renato decidió ser voluntario en una residencia de ancianos de la zona. Empezó tocando la guitarra para los residentes y después echó una mano en la cocina. Antes de que se diera cuenta, Renato aprendió lo que significaba cuidar de otras personas y ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Por primera vez, Renato sintió que tenía el poder de mejorar la vida de los demás.
Esto resultó de mucha utilidad mientras Thalita se enfrentaba a sus propios problemas. Quería ser modelo y actriz, pero echaba muchísimo de menos la tienda de cometas. Renato no hacía más que limitarse a escuchar cuando Thalita necesitaba alguien con quien hablar. Pero, tras muchas conversaciones nocturnas, su hermana encontró un nuevo propósito en la vida.
Cuando Thalita le ofreció ser el socio de su nuevo negocio, una tienda especializada en cometas de combate, Fun Kites Rio, Renato aceptó de inmediato. Crear un negocio desde cero era el puzle definitivo para él.
La mente analítica de Renato fue de gran ayuda durante los primeros meses tras abrir la tienda. Animó a Thalita a utilizar su fama como modelo para promocionar la tienda. Le hizo asistir a convenciones y conferencias por todo el país para que la gente conociera Fun Kites Rio. Con el paso del tiempo, la tienda tuvo tanta popularidad que, cuando Thalita propuso organizar un torneo de combates de cometas, la respuesta estuvo muy clara.
El torneo los tuvo muy ocupados. Durante todo el día, amigos y desconocidos se acercaban a Renato y le daban las gracias por todo el trabajo. El combate de cometas era algo importante para estas personas y les hacía sentirse mejor en su vida. Renato había contribuido a su felicidad y bienestar.
Antes de que se diera cuenta, el torneo había terminado y la luna adornaba el cielo. No le importaba estar cansado, tener hambre y estar recogiendo basura en un campo alejado de la civilización. Todo había merecido la pena.
Solo dejó de limpiar cuando se percató de que en el cielo había un dron. Recordó cuando jugaba con Thalita de pequeños y usaban las cometas para derribar aviones por control remoto o cometas de gente que estaban en la playa y no les caían bien. Thalita había pensado lo mismo, ya que le retó a ver quién derribaba antes aquel dron. Era otra oportunidad de ganar a su hermana... Sería la guinda del pastel de un día perfecto.
Sin embargo, se equivocaban. Renato sintió un escalofrío. Intentó detener a Thalita, pero era tarde: la joven ya estaba celebrando su victoria. El cometa se enredó en el dron y comenzó a caer en picado hacia el bosque.
Estaban en apuros. Thalita regresó a la realidad cuando vio a su hermano correr hacia el bosque y decidió seguirlo.
No tardaron en encontrar al dron en un árbol, con la cometa colgando de las palas inmóviles. La cuerda afilada se le clavaba a Renato en los dedos mientras trataba de deshacer los nudos. Cuando estaba a punto de soltarla...
¡Una mano ensangrentada emergió del tenebroso bosque y lo agarró!
Renato se sobresaltó cuando vio al hombre herido. Estaba murmurando palabras sin sentido, pidiendo ayuda desesperadamente. Renato estiró los brazos para impedir que el hombre se cayera, pero ya era tarde.
Dos cuchillas cortaron al hombre y también el brazo de Renato. No había tiempo de examinar la herida. Las cuchillas atravesaban el aire y partieron el cuerpo del hombre por la mitad. Frente a él había una mujer vestida con una armadura y acompañada por un dron igual que el que había derribado Thalita.
Renato sabía que debía huir, pero era incapaz. Se acababa el tiempo. De repente, sintió una mano tirando de él.
Todo estaba borroso. El corte del brazo era profundo y doloroso, pero sabía que Thalita le protegería y que ahora tenía que correr.
Hacía mucho frío y tenían que buscar un lugar donde esconderse. A Renato le costaba respirar, pero no había tiempo. En cuanto paraban un segundo, Thalita tiraba de él otra vez, guiándolo hacia una fábrica abandonada.
Renato pensó para sus adentros que en esa zona no había fábricas...
Dentro de la fábrica hacía más frío que en el bosque. Se apretó el brazo para tratar de detener la hemorragia. Estaba mareado. ¿Cuánta sangre había perdido ya Thalita le protegía en una esquina oscura de la fábrica cuando, de repente...
Estaba levantando a Renato, diciéndole que tenía que correr.
Correr... ¿hacia dónde? Mencionó algo de una playa. Renato trató de detenerla y hacerla retroceder, pero estaba muy débil. Además, él no veía ninguna playa, solo una niebla negra que los empezaba a envolver.