Incluso en vida, Freddy Krueger fue una criatura de pesadilla para aquellos que lo conocieron de verdad. Oculta tras una máscara de amabilidad y simpatía, Freddy solo revelaba su auténtica naturaleza a sus víctimas. Cuando los padres de Springwood se enteraron, salieron a dar caza a Freddy y se tomaron la justicia por su mano. Pensaron que el fuego les había librado de un monstruo aquella noche, y que sus hijos por fin estarían a salvo. Cuánto se equivocaban: un mal tan poderoso como el suyo siempre encuentra la forma de sobrevivir.
Pasaron los años y el horror se enterró; sus víctimas pasaron página y lo olvidaron todo. Entonces, de alguna manera, Freddy regresó y los sueños se convirtieron nuevamente en pesadillas.
Freddy centró su ira en quienes le habían hecho daño y, especialmente, en su verdadera obsesión: Nancy Holbrook. No obstante, subestimó la fuerza e ingenio de esta, quien, junto a su amigo Quentin, se las arregló para debilitar a Freddy, mutilarlo y darlo por muerto una vez más.
La muerte no había querido acoger a Freddy en su primer encuentro, ¿por qué se pensaron que iba a hacerlo ahora Una vez más, volvió a resurgir, sediento de venganza. Y esta vez concentró su rabia en el chico que le había impedido llegar hasta Nancy, su obsesión número uno.
Freddy invadió los sueños de Quentin y lo aterrorizó noche tras noche, hasta dejarlo sin fuerzas y sin entereza. Cuando llegó el momento, obligó al chico a volver al oscuro reflejo de la guardería Badham. Allí consumaría su venganza.
Freddy acechó al muchacho por los pasillos del colegio. Se tomó su tiempo, saboreando cada momento de la caza. Esto era lo que más disfrutaba: el olor a sudor en el aire, los jadeos irregulares de la respiración aterrorizada de sus presas. Eran suyas, y podía jugar con ellas cuanto quisiera.
Allí estaba el chico, al final de un largo pasillo. ¿Demasiado cansado y asustado como para seguir huyendo? ¿Se había resignado a su destino? Freddy empezó a acercarse con los brazos extendidos, arañando la pared con sus garras. Con las puntas raspó una tubería para que el chirrido metálico agudizara el terror del muchacho.
Una lluvia de chispas cayó sobre el líquido que cubría el suelo de baldosa. Surgió una llama azul que rápidamente se extendió por todo el pasillo.
El chico salió corriendo mientras Freddy se abría camino entre las llamas con una furia inusitada. Atravesaron salas y paredes como una exhalación, hasta que llegaron al sótano de Freddy. Allí no había escapatoria.
Freddy se acercó lentamente al chico. Tenía tanto miedo, que Freddy casi podía saborearlo, pero sus ojos brillaban con un odio desafiante que resultaba casi admirable.
Freddy levantó sus garras.
Pero, de repente, sintió otra presencia junto a él: algo antiguo, poderoso y oscuro. Una nube tenebrosa lo envolvió... Lo único que podía sentir era un ruido como de vigas de madera doblándose y crujiendo en la distancia, y el gemido reverberante de metal contra metal. Algo arcano e irreconocible, a medio camino entre palabras y el terror más puro.
Tras caer y girar una y otra vez en el vacío, Freddy se encontró de nuevo en la guardería. Pero no era SU guardería. Parecía la misma, pero tenía algo diferente. Sus poderes se habían reducido en algunos aspectos y agudizado en otros. El chico parecía haber desaparecido, pero otras víctimas recorrían los pasillos. Algunas serían intrascendentes y otras se convertirían en sus nuevas presas favoritas. Todas sucumbirían bajo sus garras.