Kenneth Chase nació en 1932 tras un parto difícil que le costó la vida a su madre. Esta tragedia creó una brecha entre padre e hijo que nunca se cerró. A medida que el chico crecía, también lo hacían el resentimiento y los problemas con el alcohol de su padre. Cuando Kenneth empezó a ir a la escuela, ya apenas se dirigían la palabra.
El chico no destacó en nada salvo en los deportes. Creció alto y fuerte, y sobresalía en las pruebas atléticas, pero se negó a ingresar en ningún equipo.
De camino a casa solía encontrar plumas en el suelo, y empezó a coleccionarlas. Las guardaba en una caja de puros bajo la cama. Su padre estaba todo el día trabajando o sumido en el estupor causado por la bebida. Kenneth se pasaba las horas solo, fascinado por la regularidad de los bordes de las plumas, sintiendo su suavidad al pasárselas por los labios. Al contemplar los pájaros que acudían al comedero en su jardín, se imaginaba lo suaves que serían, y finalmente se decidió a atrapar uno. Se ganó la simpatía del dentista local, y consiguió hacerse con algunos anestésicos que echó en el comedero de las aves. Con esta trampa, esperaba poder dormir a un pájaro el tiempo suficiente como para poder tocarlo.
Tras varios intentos fallidos, consiguió capturar a un petirrojo. La sensación de tener la vida del animal en sus manos le produjo una súbita excitación. Había pensado liberarlo en cuanto se recuperara de la anestesia, pero, en lugar de ello, esperó a que los ojos de la criatura recobraran la consciencia. En el momento en que el animal empezó a debatirse, no aflojó su agarre. Le apretó el pescuezo con fuerza hasta que las plumas del pecho dejaron de movérsele. Se deshizo del cuerpo, pero conservó una pluma, con la que empezó una nueva colección. El resto las tiró por ser "falsas".
A finales de la década de los 40, Kenneth ya había dejado el instituto y trabajaba como camarero en un restaurante local. Había pasado a presas más grandes, como ardillas, mapaches o perros. Se hizo un experto a la hora de calcular la dosis de anestesia necesaria para cada uno.
A principios de 1954, un joven desapareció. El pueblo lo buscó hasta debajo de las piedras, pero no sirvió de nada. Unos meses más tarde, el padre de Kenneth halló la caja de puros mientras hacía unos arreglos en el sótano de la casa. Al abrirlo, contempló horrorizado una colección de plumas, patas de animales y un dedo humano.
Al volver del trabajo, Kenneth vio a su padre salir del sótano con la caja de puros en las manos. No dijo nada, simplemente se dio la vuelta y jamás volvió a pisar su hogar.
Tras varias semanas viviendo a la intemperie, dio con un circo ambulante y, dada su asombrosa fuerza, lo contrataron para ajustar las cuerdas. Adoptó un nuevo nombre: Jeffrey Hawk.
A "Jeffrey" no le quedó otra que aprender a socializar en esa comunidad tan cerrada de la que ya formaba parte. Adoptó una nueva personalidad, a modo de disfraz, y pronto se labró la fama de persona servicial y encantadora, lo que le granjeó el aprecio de su nueva familia.
Durante la siguiente década, formó parte del circo y viajó de una punta a otra de los Estados Unidos. Pero esa existencia no le resultaba gratificante y poco a poco empezó a caer en malos hábitos. Bebida, comida basura, drogas... Todo, y en exceso. Durante un tiempo le bastó con esos vicios, pero no tardaron en resurgir sus viejos instintos y el estilo de vida nómada le venía muy bien como tapadera para sus asesinatos. Robó ropa y maquillaje a los actores para confeccionarse un disfraz con el que acercarse a sus víctimas, anestesiarlas y luego llevarlas a su caravana. Cuando se despertaban, comprendían con horror que estaban a su merced. Disfrutaba atormentándolas física y psicológicamente. La desesperación de aquellos gritos perdiéndose en la noche eran el estímulo que necesitaba.
Cuando apenas les quedaban fuerzas, Kenneth examinaba sus dedos con detenimiento en busca del más bonito y los relamía para dar con el más sabroso. Cuando se decantaba por uno, lo rebanaba para añadirlo orgullosamente a su colección, deshaciéndose del resto del cuerpo.
Hombres o mujeres, jóvenes o viejos, le valía cualquiera. La esencia de una buena colección está en la variedad, en los recuerdos e historias que evoca.
Poco a poco fue despojándose menos del disfraz y más de su antigua personalidad, hasta asimilar del todo su verdadero ser: el Payaso.
Con el tiempo, se volvió confiado y descuidado. Una de sus víctimas logró escapar de las ataduras mientras él dormía la mona. La mujer pidió ayuda a gritos y, cuando Kenneth se despertó, ya tenía a todo el circo encima. Sin embargo, logró montar en su caballo a tiempo y perderse con su caravana en la noche.
A partir de entonces, recorrió el país como un parásito de ferias y circos, que aparecía pese a no figurar nunca en el programa. Quienes eran lo bastante valientes o tontos como para acercarse a él eran atrapados. Luego, desaparecía antes de que nadie se percatase de su ausencia.
Tras mucho deambular, dejó de transitar las rutas convencionales de los Estados Unidos y atravesó un velo de niebla que lo condujo a otra dimensión. Un espacio de transitoriedad e impermanencia que se ajustaba perfectamente a la existencia que él había elegido. Sintiéndose más a gusto de lo que había estado en toda su vida, se asentó y esperó pacientemente a su primer visitante.