El Redil se fundó en una isla privada de los Estados Unidos en la década de los 60 con la financiación de un grupo de filántropos anónimos. Su objetivo era crear una sociedad pacífica libre de pensamientos y emociones negativas, atrayendo a personas consternadas, decepcionadas y desilusionadas con la vida procedentes de todo el país.
Esta comunidad apacible fue medrando con los años, y sus miembros siguieron las directrices de su carismático líder, Otto Stamper. Este les enseñaba a sus discípulos el secreto para mantener la felicidad con conversaciones positivas, meditación y los mantras del "bienpensar".
Sin embargo, no todo era paz y felicidad en el Redil: Otto no tardó en expulsar a quienes admitieran tener pensamientos negativos o pronunciaran palabras negativas. Las personas designadas como guardianes del Redil no tardaron en erradicar a los insatisfechos y expulsar a quien pensara o hablase en contra de aquella comunidad cuasi perfecta que Otto había creado.
Precisamente, Stamper había manipulado a los ottomianos para creer que los pensamientos negativos eran la causa de la insatisfacción. Les habló a sus discípulos de una deidad antigua llamada Druanee que se alimentaba de los recuerdos y deseos oscuros, y que necesitaban librarse de cualquier tipo de manifestación negativa que hubiera en su corazón para no invocar a ese horror proveniente de la Tierra de las Sombras.
La vida en la isla era una especie de utopía. Al menos, hasta que la oscuridad empezó a colarse lentamente por las grietas de aquella presa espiritual... y los miembros comenzaron a desaparecer.
No pasó mucho tiempo hasta que el miedo cerró sus sépticas fauces sobre la isla, impidiendo que nadie pudiera marcharse.
Lo que antaño había sido una comunidad positiva, ahora era un grupo que se congregaba en las casas y entonaba mantras de "pensamientos felices", en un intento desesperado por librar su vidas de aquella criatura amorfa que parecía acechar en las sombras y alimentarse de ellos cuando dormían.
Otto trató de calmar a sus discípulos diciéndoles que había insatisfechos en la comunidad y que eran los responsables de haber invocado a Druanee a su Jardín del Júbilo.
Mientras el Redil balaba de miedo, Otto recurrió a medidas desesperadas. Los ottomianos quedaron confinados en sus hogares para evitar que se extendieran los rumores y las conversaciones negativas. Además, se había prohibido dormir para que nadie pudiera evocar sueños oscuros a este mundo. La libertad y el sueño regresarían en cuanto Druanee dejase de acecharlos.
Sin embargo, cuando los ottomianos siguieron desapareciendo, Otto reunió a sus discípulos cerca de la playa, donde había colocado una plataforma de madera. Sobre ella, había una mujer chillando. Bajo la lluvia, Otto le explicó a aquella congregación aislada de la sociedad, calada hasta los huesos y privada de sueño, que la mujer era una periodista que había venido a destruir lo que habían construido juntos.
Mientras los guardianes sujetaban a la aterrada mujer, esta proclamó que Otto no era el salvador que afirmaba ser. Pertenecía a una secta muy antigua, a un club de multimillonarios de élite que disfrutaban torturando y sacrificando a la gente, a pueblos e incluso a países enteros para satisfacer a un dios ancestral. La periodista les dijo que Otto no había desterrado a ningún discípulo, sino que se había limitado a torturarlos y sacrificarlos, y que ellos serían los siguientes.
Sin vacilar un segundo, Otto le rajó la garganta antes de que continuara con sus mentiras. Mientras caía de rodillas con las manos sujetándose el cuello, Stamper le dijo a su aterrado y confundido rebaño que la periodista colaboraba con gente de la comunidad y que encontraría a los traidores antes de que Druanee viniera a por todos ellos.
Las palabras que Otto arrojó sobre la congregación llegaron hasta lo más profundo de sus corazones, filtrando pensamientos oscuros y negativos.
Tantos años de emociones reprimidas comenzaron a brotar... justo cuando una espesa niebla se arremolinaba bajo sus pies. Los susurros iniciales se convirtieron en mantras llenos de terror, y estos a su vez se convirtieron en gritos e insultos. Los miembros se acusaban mutuamente de malpensar y malhablar.
Aquellos gritos se escuchaban con mayor intensidad que el viento y la lluvia incesantes. La gente trataba de contener la oscuridad de su interior a la desesperada. Por desgracia, esos esfuerzos resultaron en vano y la presa que habían construido terminó por ceder, liberando un torrente infernal.
Otto vio cómo su alegre rebaño se transformaba en una jauría agresiva. Nunca había visto nada igual. Los miembros del Redil empezaron a acusarse los unos a los otros, y a despedazarse como bestias salvajes. En ningún momento se fijaron en su amable y carismático pastor, que sonreía ante semejante escena. Su mirada era gélida, siniestra y carente de compasión.
Cuando todo terminó, Otto sintió que la plataforma de madera se agitaba mientras una parvada de cuervos la sobrevolaba. De repente, el suelo se levantó para después hundirse en un cieno espeso y negro, similar al caramelo quemado. Instantes después, una masa informe salió de aquel fango y se alzó como un caballo piafante, dispuesto a alimentarse de aquel amasijo de cadáveres humanos.
Estaba en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Lentamente, se abrió paso por ese escenario sangriento, absorbiendo la oscuridad, saboreando la miseria y emitiendo unos sonidos escalofriantes. Chillidos, gritos, quejidos, chasquidos, crujidos...
Los sonidos de... algo alimentándose.
Los sonidos de la muerte.
Los sonidos de la oscuridad.
Otto observaba a la criatura mientras esta se manifestaba en lo que había imaginado... En lo que había provocado que todos imaginaran.
La criatura se acercó lentamente a Otto y lo examinó durante un largo rato. Después, Druanee se alejó fatigosamente por aquella espesura azabache, desapareciendo entre las sombras de las que había emergido.